Si alguna vez se le han saltado las lagrimas a Dios Padre, fue en esta ocasión.
Este blog es el resultado de veinte años de vicisitudes en pos de escribir, novelando la experiencia que tuve durante mi conversión a Jesús. En un principio publicaré cada semana una reflexión y al finalizarlas empezaré a editar por capítulos la narración.
martes, 5 de junio de 2012
El Huerto de los olivos
Frío, soledad, sufrimiento, aquel trozo de huerto quedó momentáneamente aislado
del mundo, no se podía salir vivo de aquel trance, ahí Jesús cogió su humanidad
y la divinizó, le respondió a Dios a pesar de la contradicción vida-muerte, una
persona no puede quedarse indiferente ante la muerte, la apreciación es
clara, Jesús intenta asumir su destrucción por la pureza de amor que tenía hacia Dios, es cómo si hubiera
dicho: - por encima de esta contradicción que me desgarra te quiero Padre. Un
silencio mortal, solamente le contestaba los latidos de su corazón, suplicaba
una y otra vez a quien nunca le había fallado, la solicitud y el amor se
mezclaban en su ruego, la muerte lo miraba, cercándolo, y su instinto de
conservación lo colocaba al límite, angustia, opresión y tribulación lo
abrazaban, pero al fin, con su sudor derramándose entre la tierra y las piedras
le viene la relajación, el poder del amor a su Padre. Aunque después del proceso, instantes antes de
morir en la cruz, le vuelve la incertidumbre. Padre, porque me has abandonado?,
porque lo has hecho?, porque tengo que pasar por un sufrimiento que no
merezco?, y así seguirían preguntas infinitas, y es aquí cuando se hizo
omnipotente, al silencio como respuesta, a la burla de sus contrarios y a la
impotencia de los suyos, Jesús en medio de este hundimiento, extenuado, nos
deja el último eco de su corazón: “y dando un gran grito, dice: Padre en tus
manos encomiendo mi espíritu.”
Si alguna vez se le han saltado las lagrimas a Dios Padre, fue en esta ocasión.
Si alguna vez se le han saltado las lagrimas a Dios Padre, fue en esta ocasión.
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